En las civilizaciones antiguas, lo normal era
tratar a la mujer siempre de forma injusta, considerándola como un ser
inferior. EL Budismo, no fue diferente, y al inicio de su predicación sigue la
misma línea, definiendo a las mujeres como unos seres pícaros, llenos de
malicia y afirmando que en ella es difícil encontrar la verdad. Las reglas
iniciales se referían solo a los hombres, puesto que eran ellos los únicos que
podían convertirse en monjes, y no las mujeres, que tenían como única salvación
renacer como varón.
Sin embargo las cosas fueron cambiando. Una antigua leyenda cuenta que el
cambio se debió a la insistencia de la madrina de Buda, apoyada por las razones
del Discípulo predilecto Ananda, que pedían la fundación de una orden femenina
en el monaquismo budista.
Buda acabó consintiéndolo y dictando ocho reglas para las comunidades
femeninas, lo que significó que las mujeres también podían alcanzar el Nirvana.
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