Como ya sabemos, las mujeres gozan de menos derechos que los hombres en todos los rincones del mundo. La religión en este tipo de luchas, juega un papel retrógrado que hace que se promueva el mantenimiento de las más odiosas diferencias de género.
Algunos argumentan que no se puede culpar a la religión por la existencia del fenómeno del machismo, y que incluso puede ser mitigado por ésta al fomentar los valores espirituales entre las personas. Efectivamente, hombre y mujer son distintos y por supuesto hay cosas que inevitablemente serán diferentes para ambos sexos. La discriminación por si misma no es mala pero a través de la religión, puesto que la palabra de Dios es inapelable, no cabe lugar al cuestionamiento de lo justo o injusto: simplemente se le debe aceptar como válido y obedecer.
A continuación veremos algunos textos sagrados y veremos si los dogmas planteados corresponden a diferencias justificadas o simplemente son discriminaciones arbitrarias.
domingo, 17 de junio de 2012
La mujer en los textos sagrados.
Empezaremos con el Tanaj, texto clave del judaísmo que
contiene la Torá y otros libros considerados de origen divino por los judíos.
En el siguiente texto es donde se narra la desobediencia a
la prohibición de Dios de comer la fruta del árbol del conocimiento. Esta parte
es clave, ya que sella la suerte de la mujer de ahí en adelante en la tradición
judeocristiana.
“A la mujer dijo:
-Aumentaré mucho tu sufrimiento en el embarazo; con dolor
darás a luz a los hijos. Tu deseo te llevará a tu marido, y él se enseñoreará
de ti.
Y al hombre dijo:
-Porque obedeciste la voz de tu mujer y comiste del árbol
del que te mandé diciendo: "No comas de él", sea maldita la tierra
por tu causa. Con dolor comerás de ella todos los días de tu vida; espinos y
cardos te producirá, y comerás plantas del campo. Con el sudor de tu frente
comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, pues de ella fuiste tomado.
Porque polvo eres y al polvo volverás.
- Es evidente el énfasis que se hace en estos textos en que Eva fue la perdición de la humanidad. Además de ser castigada con los dolores del parto y ordenar su supeditación al hombre, debe cargar con la culpa de que el “pobre hombre” es castigado por haberle obedecido a ella, condenado a la humanidad a vivir fuera del paraíso. El culpar a la mujer por la desgracia de la humanidad es sumamente conveniente para justificar un determinado orden social, basado en una jerarquía masculina.
La mujer en los textos sagrados.
Otros ejemplos los podemos encontrar en el Nuevo Testamento, concretamente en la primera epístola de Corintios, en el libro de Efesios:
“Las casadas estén sujetas a sus propios esposos como al Señor, porque el esposo es cabeza de la esposa, así como Cristo es cabeza de la iglesia, y él mismo es salvador de su cuerpo. Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo, de igual manera las esposas lo estén a sus esposos en todo.” (Efesios 5:22-24)
Desafortunadamente, esto no es todo:
"La mujer aprenda en silencio, con toda sujeción; porque no permito a una mujer enseñar ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio. Pues Adán fue formado primero; después, Eva. Además, Adán no fue engañado; sino la mujer, al ser engañada, incurrió en transgresión. Sin embargo, se salvará teniendo hijos, si permanece en fe, amor y santidad con prudencia.” (1 Timoteo 2:11-15).
La mujer en el budismo.
En las civilizaciones antiguas, lo normal era
tratar a la mujer siempre de forma injusta, considerándola como un ser
inferior. EL Budismo, no fue diferente, y al inicio de su predicación sigue la
misma línea, definiendo a las mujeres como unos seres pícaros, llenos de
malicia y afirmando que en ella es difícil encontrar la verdad. Las reglas
iniciales se referían solo a los hombres, puesto que eran ellos los únicos que
podían convertirse en monjes, y no las mujeres, que tenían como única salvación
renacer como varón.
Sin embargo las cosas fueron cambiando. Una antigua leyenda cuenta que el cambio se debió a la insistencia de la madrina de Buda, apoyada por las razones del Discípulo predilecto Ananda, que pedían la fundación de una orden femenina en el monaquismo budista.
Buda acabó consintiéndolo y dictando ocho reglas para las comunidades femeninas, lo que significó que las mujeres también podían alcanzar el Nirvana.
Sin embargo las cosas fueron cambiando. Una antigua leyenda cuenta que el cambio se debió a la insistencia de la madrina de Buda, apoyada por las razones del Discípulo predilecto Ananda, que pedían la fundación de una orden femenina en el monaquismo budista.
Buda acabó consintiéndolo y dictando ocho reglas para las comunidades femeninas, lo que significó que las mujeres también podían alcanzar el Nirvana.
La mujer en el cristianismo.
Al igual que en el Budismo, en el Cristianismo
la mujer era tratada como un ser inferior al hombre y no digna de participar en
la sociedad al mismo nivel que el hombre.
Al ser el cristianismo hijo del judaísmo, ha heredado innumerables tabúes y
tradiciones judías.
El Código Canónico (1917-1983), contenía una serie de cánones basados en la
impureza ritual de la mujer. Algunos ejemplos de estos cánones son:
“Las mujeres son la última opción como ministras de bautismo- Las mujeres no
pueden distribuir la sagrada comunión- Las niñas ni las mujeres pueden ser
servidoras del altar- Sólo hombres pueden recibir el Sacramento del Orden- Las
mujeres deben cubrir su cabeza con un velo en la Iglesia- Las mujeres no pueden
predicar en la Iglesia- Las mujeres no pueden leer la Sagrada Escritura en la
Iglesia.
Sin embargo, con el paso del tiempo las cosas van mejorando. El principal
avance se debió gracias a que los reverendos guardianes del Derecho Canónico en
1983 decidieron que las mujeres podían leer las Sagradas Escrituras durante la
liturgia, además de rechazar numerosos antiguos cánones.
La mujer en la religión islámica.
El Islam ve a
la mujer como una esclava. A pesar de los numerosos esfuerzos del “Islam
moderado” por representar y calificar como muertes de honor lo que en realidad
son aberraciones, es obvio que el Corán y los Hadiths del profeta Mahoma
justifican enteramente el tratamiento
inferior de la mujer con respecto al hombre.
En esta religión, la mujer
realiza un papel secundario ya que la tratan
y la consideran un sexo débil. Según esta perspectiva, la mujer es
emocional, irracional, impredecible, irresponsable, incapaz de tomar decisiones
y afrontar riesgos e indigna de confianza y por tanto, es necesaria de
supervisión, la protección y el dominio constante
del hombre sobre ella.
La mujer occidental considera que la mujer musulmana
vive reprimida y privada de derechos ya
que los medios de comunicación nos muestran a una mujer totalmente cubierta y
dominada por su marido, con un estatus no superior al de un esclavo.
Sorprendentemente, podemos encontrar que la mujer musulmana goza de derechos
desde hace ya 1400 años que la mujer occidental aun no ha conseguido e incluso,
posee algunos derechos que ni el mismo hombre posee.
En asuntos domésticos carecía de derechos sobre sus
hijos e incluso sobre sí misma, de hecho, podía
ser puesta a la venta o abandonada
por su marido.
A las hijas se les consideraba inútiles y muy a menudo se las asesinaba al nacer. La
educación que recibían eran escasa o nula y no disfrutaban ni de voz ni de voto
en asuntos religiosos, al considerarse su capacidad como limitada tanto en el
ámbito cultural como en el espiritual.
El hiyab (el velo), es un instrumento de protección a
la mujer que la libera de numerosos males sociales.
La mujer en la religión judía.
La mujer en la religión judía, también ha sido
y es discriminada. Ella juega un papel muy importante e insustituible en la
familia judía. A diferencia de otras religiones, en el judaísmo, a la mujer se
le considera en un nivel espiritual superior al hombre, lo que significa que no
esta ligada a las mismas obligaciones religiosas.
Algo curioso acerca
de esta religión es por ejemplo el hecho de que a un hijo que nazca de un padre
no judío y de una madre judía, se le considere judío, ocurriendo lo contrario
en caso de que el padre fuese judío y la madre no. Este hecho se debe a que es
la mujer la que tiene las obligaciones y la responsabilidad de inculcar los
valores y las tradiciones a los hijos, siendo esto lo más importante en el
judaísmo.
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